"Historia de la belleza a cargo de Umberto Eco" es un libro publicado originalmente en 2004 y en sus más de 400 páginas hay más citas que en Tinder. En la contratapa, por ejemplo, hay una de Charles Baudelaire: “Lo bello es siempre extravagante. No quiero decir que sea voluntaria, fríamente extravagante (…) Digo que tiene siempre un punto de sorpresa que lo convierte en algo especial”.
A los efectos de esta nota, sobre ideales de belleza masculina, ya cuando arranca el libro hay un dato llamativo. La representación más antigua de un cuerpo femenino agrupada con otras bajo “Venus desnuda” (en este caso, la Venus de Willendorf) data de aproximadamente tres milenios antes de nuestra era. En cambio, la representación más antigua de un cuerpo masculino presente en el libro — que tiene aspiraciones enciclopédicas— es Kouros, del siglo VI antes de Cristo.
En otras palabras, la representación de la belleza femenina (y todas las discusiones e implicancias que conlleva) nos lleva mucha “ventaja” a los hombres, por muchas razones.
Sin embargo, el cuerpo masculino —y las nociones de belleza y deseo en torno a él— empieza a ser escrutado cada vez con mayor ahínco. Una de las razones para eso puede ser que tras el reciente avance registrado en la cultura occidental respecto de los derechos de la colectividad gay, el cuerpo masculino fue “liberado” para ser exhibido, sin más, como sexualizado y deseable. Pero no solo.
También es razonable pensar que otra influencia ha sido el formidable crecimiento y desarrollo de los medios de comunicación masiva, que inundan el espacio cultural con relatos sobre superhéroes, deportistas, aventureros, guerreros y otras figuras masculinas. Y que lo hace con cada vez mayor alcance, gracias al surgimiento de la esfera digital con sus conexiones instantáneas y ubicuas.
¿Qué tipos de belleza masculina son las que predominan actualmente, entonces? ¿Diego Forlán con el torso descubierto, el pelo teñido y el cuerpo sudado luego de un partido de fútbol? ¿Henry Cavill haciendo del Hombre de Múscu… perdón, el Hombre de Acero? ¿Jin (o Suga, o cualquier otro integrante) de BTS? ¿Ewan McGregor barbudo y rudo, como una versión motorizada del Hombre Marlboro, recorriendo América Latina? ¿O el Zack Efron de la película 'Guardianes de la bahía', que exhibe un cuerpo que parece haber sido esculpido por Miguel Ángel?
Arranquemos con Efron. En "Guardianes de la bahía" comparte elenco con Dwayne Johnson, un musculoso de aquellos. Como en buena parte de la película hay que “pelar”, los protagonistas tienen que lucir como si fueran estatuas de la antigua Grecia. Johnson sería, para el caso, Hércules, y Efron, Apolo. El primero representa la fuerza, la potencia. El segundo, la habilidad, la destreza.
En una entrevista que le hicieron luego de esa película, Efron decía que nunca más quería verse así. “Es estúpido. No es real. Cuidate el cerebro y el corazón y estarás bien”. En la serie de Netflix "Con los pies en la tierra", cuando visita Cerdeña y se sienta a comer un plato de pasta fresca, vuelve a recordar lo mal que lo pasó cuando actuó en esa película: “Estoy tan feliz de poder volver a comer carbohidratos. Cuando hice Guardianes… no comí un solo carbohidrato durante seis meses. Casi me vuelvo loco. Uno necesita esto”, dice y mira hacia el tenedor que tiene un raviol mojadoen tuco y algo de queso rallado.
¿Por qué llama la atención ese comentario del actor?, pregunta Mariángela Giaimo, doctora en Ciencias Sociales y profesora en la Universidad Católica. Hay varias razones.
Una, dice Giaimo, es que el discurso sobre el cuerpo está asociado académicamente a los “estudios de género” y en ese contexto “muchas veces se entiende al ‘género’ como algo asociado a los cuerpos femeninos o disidentes, no al masculino. Esto se está ampliando y vamos a hacia una mayor producción de conocimiento científico del cuerpo del hombre, en todo sentido”.
Pero también llama la atención, continúa, porque “un hombre hablando del cuerpo está hablando de los mandatos de la belleza, el control y disciplinamiento de los cuerpos... Toda esa carga ha estado siempre en la mujer, porque su cuerpo ha sido más mirado. El de los hombres ha sido más el de quienes miran y deciden. Efron se pone en el espacio de lo femenino con ese comentario y es interesante porque en esa frase vemos aquello que siempre ha sido dirigido hacia la mujer. Unos podrán decir que se está apropiando de un discurso femenino y lo está banalizando. Y otros pueden decir que Efron está revelando que los mandatos que siempre fueron dirigidos hacia la mujer ahora lo están condicionando a él”.
Finalmente, Giaimo redondea su reflexión con la observación de que Efron también está diciendo que el cuerpo no es algo que existe únicamente para ser disciplinado a través de largos procesos de entrenamiento y dieta. “El cuerpo tiene deseos, es un agente activo. No es únicamente lo cartesiano de ‘pienso luego existo’. Ese cuerpo le está diciendo algo a él. Y él tiene que negociar entre lo que su cuerpo le pide y lo que la sociedad le pide, porque él tuvo que hacer todo eso para poder trabajar en esa película”.
Es caro ser como La Roca
El filósofo e investigador Javier Mazza recuerda una nota que leyó en una revista tipo Men’s Health: “Era sobre The Rock, el actor Dwayne Johnson, y en ella se contaba todo lo que comía en un día. Y ya arrancaba desayunando un disparate de comida. Además de tener que comer todo eso, tenía que hacer tantas horas de ejercicio por día. Básicamente, tenía que vivir para mantener su cuerpo, que es de lo que vive. Era interesante porque además alguien leyó ese artículo e hizo un video para YouTube del tipo: ‘15 días comiendo como The Rock’. Cuestión que Johnson se enteró de eso y se contactó con él, y una de las cosas que hizo fue enviarle dinero. ¿Por qué? Porque alimentarse como él es carísimo, por el tipo de comida que tiene que ingerir. Es un dato interesante, porque no solo te lleva tiempo sino también mucho dinero”.
El colega de Giaimo en el departamento de Humanidades y Comunicación, el profesor de Semiótica Richard Danta, coincide en que hoy existe un mayor interés en saber más sobre cómo influyen los mandatos de belleza en los cuerpos masculinos y que hay mucho más conocimiento y discusiones en torno a la belleza de ellas.
Y concuerda en que de la belleza femenina se puede hablar sin tapujos, tanto para exaltar sus convenciones como para cuestionarlas. En el caso de la belleza masculina, en cambio, hay un problema que afecta al debate en la cultura occidental.
Giaimo decía que Efron se ponía en el lugar de lo femenino al hablar de su cuerpo en relación a la belleza y Danta agrega que justamente es ese colocarse en el lugar de la mujer lo que es problemático. “Porque eso es vergonzante. Si soy un hombre, no le puedo dar tips de belleza a otros hombres. Lo puedo hacer en un ámbito privado, pero no público”.
Sin embargo, agrega Danta, el hecho de que no se discuta tanto públicamente no quiere decirque no se discuta. “En las dos últimas décadas hubo como una explosión de diversidad, con lo de los metrosexuales, luego los lumbersexuales... Ahí se evidenciaba la preocupación del hombre de cumplir con ciertos parámetros idealizados de belleza, pero no solo eso. También respecto de poder hablar de esa preocupación, de explicitarla”. En otras palabras: liberarse del tabú de no poder hablar de belleza si se es hombre. Zafar de que hablar de eso es cosa de “putos”, para decirlo a lo troglodita.
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